Tercera semana y sigo aquí. Lo sé, yo estoy igual de sorprendida. No sé si por mi recién adquirida constancia o porque he aguantado tres publicaciones sin hablarte del gran amor de mi vida. Nueva York.
Si me conoces, sabes que tiendo a ser monotemática cuando me preguntan sobre ciudades, gastronomía, arquitectura, cultura…de mi boca siempre sale, acompañada de una sonrisa, la frase “no hay nada como Nueva York”. Puedes calificarme como básica, no me importa. Háblame de cómo el mal llamado sueño americano es solo una invención del capitalismo y representa la toxicidad suprema de nuestra sociedad. No me importa. Permíteme vivir en cualquier lugar del mundo, seguiré eligiendo Nueva York.
(Vista de Manhattan desde el puente de Brooklyn - Agosto 2019)
No te miento si te digo que probablemente gran parte de mi amor, o incluso obsesión con la ciudad de los rascacielos, se fundamente en una idealización y en la visualización de demasiados capítulos de Sexo en Nueva York durante mi adolescencia (gracias mamá). Pero, ¿qué le voy a hacer? Los sueños, sueños son, y si se caracterizan por algo es por su irracionalidad, al igual que el amor (de esto hablaremos más adelante).
(Brooklyn - Agosto 2019)
En mi vida P.C. (Pre covid, duh) soñaba con dejarlo todo e irme a trabajar de pastelera a LA ciudad. Me visualizaba a mi misma recorriendo las calles de Greenpoint como Hannah en Girls, visitando el Storm King Art Center, como Dev y Francesca en Master of None y cenando un sticky bun con una copa de vino en la terraza del Flora. En la vida del presente, la real, el Flora ha cerrado y lo de emigrar en pandemia, como que resulta un poco utópico. Parece que nos hemos visto obligados a parar nuestra vida, reflexionar y rechazar cualquier atisbo de ilusión o deseo que no acompañe a la lógica. Lo entiendo, son tiempos complicados y a veces tenemos que dejar nuestros sueños en Stand By en favor del “bien supremo”. Como me dijo reiteradas veces mi psicóloga “No puedes correr la maratón con una pierna rota”. Y es verdad, pero puedes emocionarte con la vuelta a tu entrenamiento aún cuando estés tirada en cama rota de dolor. Si hay algo que nunca, nunca, nunca debes hacer, es descuidar tus sueños.
La irracionalidad, esa vieja compañera que define al amor, también define a los sueños. Esa sensación que te enciende por dentro y te empuja hacia tu idea de la felicidad (que es la única que importa). Esa luz interna hay que cuidarla y siempre caminar con ella. Últimamente he estado escuchando mucho la canción “Coney Island” de Taylor y The National. La canción (o como yo la interpreto), habla sobre una ruptura. Una relación que se va enfriando poco a poco, hasta alcanzar el famoso “punto de no retorno”. La apatía y el agotamiento superan las ganas de intentar reconstruir lo que alguna vez estuvo ahí. El estribillo llora, cuando ya es demasiado tarde y ambos se lamentan por no haberse cuidado y darle a la relación la importancia debida:
Para mi, las relaciones se parecen bastante a los sueños, podríamos decir que, en mi cabeza son como primos hermanos. Por eso me gusta verle el doble significado a esta canción. Durante mucho tiempo abandoné la idea de vivir mi sueño ante la imposibilidad del mismo. Es cierto, de ilusiones no se vive y a veces una se cansa de darse golpes contra un muro invisible y siente que tiene que avanzar por otro camino. No le presté importancia, incluso llegué a pensar que era algo que me estaba intoxicando por dentro, que me impedía vivir mi presente, lleno de cosas maravillosas. Pero no era verdad. Los sueños forman parte de nosotros, de nuestro carácter y forma de ser. Renunciar a un sueño puede suponer rendirse a las comodidades de la vida e incluso hacernos creer que así seremos más felices, el famoso “letting go”. Pero renunciar a un sueño también es perder una parte de uno mismo y eso es algo a lo que nunca deberíamos estar dispuestos a renunciar
La realidad es que los sueños mutan, se pausan, incluso cambian, pero nunca desaparecen, se mantienen vivos en nosotros y nos ayudan a sobrellevar la mundanalidad el día a día, con su irracionalidad y peculiar forma de hacernos ver la vida . Y por eso yo, que nací en el lugar con las mejores playas del mundo, sigo soñando con un piso con vistas a Coney Island. Los sueños son caprichosos.
(Imagen de la película “New York, I Love You” rodada en Coney Island)
RECETA
Babka de chocolate y crema de almendras
Ingredientes para un molde rectangular de 25 cm de ancho
560 gr de harina de fuerza
70 gr de azúcar blanco
5 gramos de sal
7 gr de levadura de panadería
240 gr de leche templada
120 gr de agua templada
1 huevo
100 gramos de almendras picadas
1 cucharadita y media de aove
1 pizca de sal
200 gr de chocolate con leche
Horno a 180 grados, horneamos 40 minutos con el modo ventilador encendido arriba y abajo
1. En el bol de nuestra batidora, usando el gancho esta vez, mezclamos harina, azúcar y sal. Añadimos el huevo y amasamos.
2. En una olla, calentamos ligeramente la leche, con cuidado de que no supere los 30 grados, para no cargarnos la levadura (el calor mata la levadura) que vamos a mezclar en ella a continuación. DE VERDAD, CUIDADO CON LA TEMPERATURA, NO ME GUSTA PONERME SERIA, PERO VARIOS BRIOCHES SIN LEVEDAR AVALAN LA NECESIDAD DE ESCRIBIR ESTO EN NEGRITA Y MAYÚSCULA.
3. Bien, respiramos un par de veces y mezclamos la levadura en la leche, batimos con una varilla hasta que se haya integrado por completo y añadimos a la masa, a continuación añadimos el agua templada.
4. Ahora viene lo IMPORTANTE (después de la temperatura de la leche). Amasamos la masa hasta que se despegue por completo del molde, esto va a permitir, no sólo que se desarrolle el gluten y así tengamos una masa elástica, sino que también va propiciar que la masa sea esponjosa, esponjosa nivel he dormido en almohadas más incómodas.
5. Una vez tengamos la masa lista, la colocamos en un bol previamente engrasado en mantequilla o aceite, cubrimos con un papel transparente y dejamos que repose. Bien, aquí tenemos varias opciones, la buena y la menos buena. La buena, lo ideal, lo fantástico sería dejarla reposar en la nevera durante la noche, así permitimos que la fermentación sea más controlada y la masa sea más fácil de trabajar. Ahora bien, entiendo que no todo el mundo tiene mi capacidad de organización/puede permitirse dejar reposar una masa doce horas (ansias, que eres un ansias). Por eso te presento la opción menos buena pero que vale igual. Dejamos reposar la masa durante una hora a temperatura ambiente en (lo ideal es dentro del horno o microondas APAGADOS porque así controlamos el calor).
6. Mientras tanto prepararemos la crema de almendra y chocolate con leche. En una sartén colocamos los 100 gramos de almendras picadas y calentamos ligeramente. Con un robot de cocina (tipo thermomix - NOT SPONSORED) trituramos las almendras con el aceite hasta que adquieran una textura líquida.
7. En una olla, derretimos el chocolate al baño María y añadimos a la crema de almendra. Dejamos que se enfríe hasta que adquiera una textura untosa, tipo crema de cacahuete.
8. Estiramos la masa en una forma de cuadrado, más o menos y con un grosor no superior a los 2 cm. Esparcimos la crema con una espátula y enrollamos la masa empezando por la parte superior. Cuando la tengamos con la forma cilíndrica, cortamos a la mitad a lo largo y hacemos una forma de trenza.
9. En el molde, previamente engrasado y con su papel de horno correspondiente, colocamos la masa y dejamos que repose durante 45 minutos, mientras tanto precalentamos el horno.
10. Horneamos, dejamos que enfríe (o no) y…..
Ultimo párrafo: " La realidad es que los sueños..."
Realidad y sueños, todo mezclado, cohabitando en la complejidad de un cerebro que envía la mirada de sus ojos a perderse sobre el horizonte de Brighton Beach a través de alguna de esas ventanas de las casas de ladrillo con escaleras exteriores metálicas contra incendios de Brightwater Court mientras aspira, casi sin darse cuenta, el aroma del babka de chocolate con almendras que se cuece en el horno de la cocina.
Realidad y sueños, sueños o realidad, poco importa como quieras llamarle si puedes seguir viendo, incluso con los párpados cerrados, el horizonte sobre la playa mientras paladeas uno de esos babka que tú nos regalas en tu receta.
Espero con ganas el próximo post, muchas gracias